… insistes en hacerme reír
… liberas todos mis miedos con tu sonrisa
… vacilo cada vez que no caminas a mi lado
… ignoro tus defectos
… anhelo tus ojos, como un preso la libertad

Todo lo escrito es propio, personal e instransferible. Sólo el hecho de compartir mis pensamientos y experiencias, con todos vosotros, amigos, ya es satisfacción suficiente. Gracias a todos por vuestras visitas y comentarios.
Voy a narraros o describiros mi primera experiencia seria e individual con un vagabundo de mi barrio. Mi objetivo inicial era el de intentar invitarle a un bocadillo y a una bebida, y de paso que me explicara el porqué de su situación. Soy bastante tímido en general, así que me costó mucho acercarme y sentarme en el mismo banco (tal y como se muestra en la foto, yo me coloqué a la izquierda).
Me asaltaban muchísimas dudas tales cómo ¿y ahora que le digo? ¿pensará que actúo por un sentimiento de lástima y me dará de largas? Al final me armé de valor y le pregunté su nombre. No me contestó. Le pregunto su edad y me dice que no se acuerda. Fueron sus únicas palabras. Aprovechando que tenía un periódico en la mano, le animo a que comentemos juntos la noticia de la portada. Pero nada de nada. Se muestra esquivo, reacio, ignorándome como si yo no formara parte de su mundo. Él, impasible, observa a la gente ir y venir. Despreocupado de todo y de todos, se limita a observar lo que le rodea cual sujeto pasivo. No obstante sigo preguntándole sobre el tiempo, pues hacía mucho calor, pero ahora me da la espalda, quizás como el mundo o Dios se la haya dado a él. Camina siempre junto con un carro de la compra lleno de sus pertenencias. Es todo lo que tiene, aunque puede que no necesite más. Dubitativo, me pregunto si el infeliz y el que no aprecia lo que tiene seré yo. No logro comprenderle, dado que nunca he estado en su situación.
La gente pasa y ni le mira. O dicho de otro modo, se sorprenden de mis infructuosos intentos por conversar con él. Todos somos alguien, tenemos un nombre, un pasado y la amistad y la bondad no entienden de pobreza o de riqueza. Como decía el escritor William Blake: “la piedad no existiría si no hiciéramos a nadie pobre”.
Siempre me ha llamado la atención la frivolidad al narrar una tragedia en las noticias (se han perdido "x" vidas en un atentado o guerra…) o peor aún, nuestra impasividad ante tal acontecimiento curiosos en el sofá de casa por conocer la siguiente noticia. Que más da, si sólo son vidas.
Consciente de que lo único que no ha perdido todavía es su libertad, y entendiendo que mi presencia le incomoda, desaparezco para volver a casa triste reflexionando sobre lo ocurrido.
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